Redacción
Ya antes del protestantismo y junto con esta rebelión exterior, hubo hombres y mujeres católicos de extraordinaria santidad, que reformaron la Iglesia por dentro.
San Cayetano nació en una familia noble de Vicenza, el 7 de agosto del año 1480. Murió también un 7 de agosto, del año 1547. Obtuvo en Padua los dos doctorados de las leyes civil y eclesiástica. Como jurista seglar pasó al servicio de la Curia romana bajo el Papa Julio II, quien lo nombró protonotario apostólico. Aparte de la vida pomposa del Vaticano de entonces, encontró en Roma un grupo de seglares reunidos en el “Oratorio del Amor Divino”, hombres ansiosos de santificarse a sí y a otros por medio de las obras de caridad.
A los 36 años Cayetano recibió la ordenación sacerdotal. Dejó la Curia y, en Vicenza, se dedicó por medio de una cofradía al cuidado de los enfermos incurables y más abandonados. A pesar de la resistencia de sus familiares, fundó en Venecia, con su patrimonio, un hospital para incurables. Su noble carácter se podría caracterizar por una frase que se le atribuye:
Quiero reformar el mundo, pero sin que nadie se entere de mi paso por el mundo”.Providencialmente trabó amistad con el obispo de Teato, Juan Pedro Caraffa, el futuro Papa Pablo IV. Estos dos hombres fundaron la primera casa del futuro “oratorio” para la vida común de sacerdotes seculares en Roma, en 1524. Su fin principal era reunir celosos sacerdotes entregados al estudio de la Biblia, a la oración y al apostolado, que compartieran todo mediante el voto de absoluta pobreza. El mismo obispo Caraffa renunció a su obispado de Teato y fue nombrado su primer superior. Del nombre de su diócesis se derivó el nombre con el que denominaron aquellos nuevos religiosos: “teatinos”.
San Cayetano escribió a sus parientes:
Ya veo a Cristo pobre y a mí rico: a Él despreciado y a mí honrado. Para acercarme un paso a Él, decidí abandonar todos los bienes materiales de los cuales todavía dispongo. Por amor a Cristo quiero repartir todo entre los pobres, a tal grado que sólo como un favor me regalen una tumba”.Una vida con este espíritu causó gran impacto entre el clero de Roma, acostumbrado a la posición social y a los intereses económicos.
El pueblo aprendió de los teatinos la devoción eucarística y mariana y también su entrega heroica a los contaminados por la peste.
En el año de 1527 las tropas de Carlos V se apoderaron de Roma. Durante nueve meses la saquearon sin piedad y destruyeron la fundación de los teatinos. Por esta desgracia exterior la comunidad se extendió a Venecia, Florencia, Milán y Nápoles. En estas ciudades San Cayetano continuó su apostolado, buscando la transformación del clero, la renovación de la vida litúrgica y la promoción de la piedad popular.
Lleno de méritos, murió exhortando a su clero a confiar siempre en la Divina Providencia. El Papa Clemente X lo canonizó en 1671.
“Para el cristiano, el término “pobreza” no es solamente expresión de privación y marginación de las que debamos liberarnos. De3signa también un modelo de vida que ya aflora en el Antiguo Testamento en el tipo de los “pobres de Yahvé” y vivido y proclamado por Jesús como bienaventuranza. San Pablo concretó esta enseñanza diciendo que la actitud del cristiano debe ser la del que usa de los bienes de este mundo (cuyas estructuras son transitorias) sin absolutizarlas, pues son los medios para llegar al Reino. Este modelo de vida pobre se exige en el Evangelio a todos los creyentes en Cristo y por eso podemos llamarlo “pobreza evangélica”. Los religiosos viven en forma radical esta pobreza, exigida a todos los cristianos, al comprometerse por sus votos a vivir los consejos evangélicos”.
D.P., n. 1148.
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