Redacción
"El sacerdote requiere tres eternidades: la primera, para prepararse; la segunda, para ofrecer dignamente el santo Sacrificio de la Misa; la tercera, para agradecerle a Dios su gracia".
El joven sacerdote que opinaba esto de la profesión que había elegido, acababa de ofrecer su Primera Misa en la mañana de Navidad de 1625. Siendo estudiante en el colegio de los jesuitas en Caen, había colocado su anillo en el dedo de una imagen de María, para comprometerse con la Virgen Inmaculada.
En París se había adherido a los oratorianos, que le habían ordenado sacerdote. Pero ahora se hacían patentes las consecuencias del escaso cuidado por su salud, que se derrumbó a pesar de la solicitud de sus superiores, quienes lo enviaron durante dos años a una hacienda para que se recuperara. Gracias a la Sagrada Biblia, pudo soportar tan largo período de inactividad. Fue su única, pero también su mejor preparación para el período de cincuenta años en que se le llamó el gran “pescador de almas” de toda Francia.
La peste causaba estragos en su patria chica cuando Juan Eudes comenzó su primera misión. Las iglesias y los confesionarios estaban vacíos, pero en los hospitales había trabajo hasta el agotamiento. Nuevamente enfermó de gravedad.Mientras tanto explotó la furia de la guerra religiosa que lanzó a hugonotes, católicos, calvinistas y jansenistas, unos contra otros.
Apenas restablecido, Juan emprendió la lucha. La Orden le encargó la dirección de la misión en el norte del país. Ejércitos de campesinos y ciudadanos fluían hacia su púlpito y su confesionario.
Nuestro santo pasaba las noches en vela ante el Santísimo. Las monjas le ayudaban a orar por la conversión de los pecadores. A los sacerdotes, él mismo les daba conferencias pastorales.
Durante cincuenta años el heroico misionero caminó de aldea en aldea. Sólo una cosa le preocupaba: ¿Estaría capacitados los sacerdotes para proseguir su labor? Su conciencia se lo decía cada vez con más claridad: tenía que fundar seminarios para sacerdotes. Si no lo podía realizar en su Orden, lo haría fuera de ella. Cuando no pudo superar la oposición de sus superiores, prefirió separarse de los oratorios antes que cruzarse de brazos.
Bajo su dirección, en 1643, surgió en Caen una nueva asociación de sacerdotes seculares, con la meta expresa de organizar misiones populares para aliviar la falta de sacerdotes. La llamó “Congregación de Jesús y María”. A los pocos años había organizado seis seminarios de sacerdotes y formado cientos de parroquias. Un semejante efecto benéfico tenían la Hermandad de Nuestra Señora de la Caridad y la de Nuestra Señora del Refugio, fundadas por él, que se encargaban de las penitentes y de las prostitutas.
Se le pagó con ingratitudes. Varios escritos difamatorios calumniaron su buena reputación. Temporalmente se le retiró el permiso de predicar y de confesar. Fue calumniado hasta delante del Papa. Por esta razón la congregación sacerdotal fue reconocida hasta después de su muerte. Cuando se le prohibió presentarse en público, tomó la pluma. Sólo Dios sabe cuánto bien produjeron durante muchos años su Catecismo popular y su Manual de la vida sacerdotal.
Mucho antes de que Santa Margarita María Alacoque fomentara la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, San Juan Eudes ya la tenía como objetivo de su vida. De idéntica manera promovió la devoción al Inmaculado Corazón de María.
En plena actividad hasta el último minuto de su vida, murió el 19 de agosto de 1680, cuando tenía casi 80 años de edad. Fue canonizado en 1925 por el Papa Pío XI.
Dirigirse al Corazón de Cristo y al Corazón Inmaculado de María.
“Os invito a volver conmigo los ojos al Corazón de Cristo, signo elocuente de la divina misericordia, “propiciación por nuestros pecados”, “nuestra paz y reconciliación” para recibir el empuje interior a fin de detestar el pecado y convertirse a Dios, y encuentren en ella la benignidad divina que responde amorosamente al arrepentimiento humano.
Os invito al mismo tiempo a dirigiros conmigo al Corazón Inmaculado de María, Madre de Jesús, en la que “se realizó la reconciliación de Dios con la humanidad…, se realizó verdaderamente la obra de la reconciliación, porque recibió de Dios la plenitud de la gracia en virtud del sacrificio redentor de Cristo”. Verdaderamente, María se ha convertido en la “aliada de Dios”, en virtud de su maternidad divina, en la obra de la reconciliación”.
En las manos de esta Madre, cuyo “Fiat” marcó el comienzo de la “plenitud de los tiempos”, en quien fue realizada por Cristo la reconciliación del hombre con Dios y en su Corazón Inmaculado –al cual he confiado repetidamente toda la humanidad, turbada por el pecado y maltrecha por tantas tensiones y conflictos—pongo ahora de modo especial esta intención: que por su intercesión la humanidad misma descubra y recorra el camino de la penitencia, el único que podrá conducirla a la plena reconciliación”.
R.P., n. 35.
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