Redacción
Raimundo Kolbe nació el 7 de enero de 1894 en Zdunska-Wola (Polonia). Sus padres, pobres tejedores de lienzos, le enseñaron a leer y escribir, ya que no tenían dinero para mandarlo a una escuela pública. Una farmacéutica le dio gratuitamente las primeras clases de latín.
Estando en el Seminario, se decidió a ingresar en la Orden franciscana. En el noviciado tomó el nombre de Maximiliano. Durante sus estudios de teología, en Lemberg, Maximiliano sorprendió a sus superiores y compañeros por sus cualidades de escritor y técnico.
Ya ordenado sacerdote contrajo una grave tuberculosis pulmonar, pero milagrosamente recibió la curación de manos de María Inmaculada.
Para contrarrestar los avances de la masonería en su patria, fundó con grandes sacrificios, una revista titulada “Los Caballeros de la Inmaculada”: Su misma comunidad le puso obstáculos. Tuvo que instalar su pequeño taller en Grodno, un monasterio semiabandonado. Allí la necesidad lo obligó a convertirse, después de sus labores de sacerdote, en escritor, redactor, tipógrafo y e impresor de su querida revista. Sin embargo, su amor a María y a las almas le ayudó a superar todos los contratiempos.
Cinco años más tarde, ya era demasiado pequeño el viejo monasterio de Grodno. Sobre un terreno que le fue obsequiado, cerca de Varsovia, comenzó a principios del invierno de 1927 la construcción de una ciudad de barracas, llamada Niepokalanow (Hacienda de la Inmaculada).
El auge de la publicación de “Los Caballeros de la Inmaculada” llenó de alegría el corazón de P. Kolbe y de sus colaboradores. Alcanzó una tirada de millones de ejemplares; se habían creado revistas especiales para los niños y para el clero; se distribuía, por fin, un diario católico entre el pueblo. Pero Niepokalanow era al mismo tiempo una escuela de santidad, donde, aparte de las labores diarias, nunca se omitían tres horas y media de oración y de meditación.
Unos estudiantes japoneses orientaron sus anhelos de apostolado al lejano Oriente. A principios de 1930 viajó a Nagasaki, junto con cuatro hermanos, y ya en mayo pudo publicar el primer número de una nueva revista japonesa. A pesar de su precaria salud, construyó una nueva central misionera, con asombro de todos, en un declive a espaldas de la ciudad de Nagasaki.
El Capítulo provincial, sin embargo, lo eligió guardián de Niepokalanow y tuvo que regresar a Polonia, puesto que "a través de la voz de los superiores habla la Inmaculada". Como por milagro, Niepokalanow quedó intacto durante los combates por la conquista de Varsovia, en el otoño de 1939.
El 17 de febrero de 1941 apareció la policía secreta alemana para llevarse al padre Maximiliano y a cuatro padres más. A mediados de mayo fue internado en Auschwitz. Allí tenía que arrastrar pesados troncos, desde la mañana hasta la noche. Un preso de la manzana 14, a la cual pertenecía el padre Maximiliano, logró huir. Fueron designados diez presos para expiar, con la muerte, aquella fuga. Se escogió al azar y sus números se anotaron. Antes de ser llevados hacia la cámara de tortura, un preso se adelantó y pidió que se le permitiera morir en lugar de uno de los sentenciados, que tuviera esposa e hijos. A la pregunta: "¿Quién eres tú?", solamente contestó: "Un sacerdote católico". Hasta los verdugos del Tercer Reich respetaron tal valor de abnegación y sacrificio.
Después de efectuado el cambio, avanzaron los diez hombres condenados; el último era el padre Maximiliano, quien se sacrificaba por un padre de familia desconocido.
El padre Maximiliano Kolbe fue beatificado por el Papa Pablo VI en presencia del mencionado padre de familia, al cual le había salvado la vida.Y por un designio de la Divina Providencia fue él quien llevó las ofrendas en la Misa de beatificación de su salvador. Su canonización tuvo lugar el 10 de octubre de 1982.
….”Esta victoria de la fe y del amor, la ha conseguido en este lugar un hombre, cuyo nombre es Maximiliano María; su apellido Kolbe; profesión (como se escribía de él en los registros del campo de concentración): sacerdote católico; vocación: hijo de San Francisco. Nacido de padres sencillos, laboriosos y devotos tejedores, cerca de Lodz; por gracia de Dios y por decisión de la Iglesia: beato. En este lugar del terrible estrago que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones, el padre Maximiliano, ofreciéndose voluntariamente a sí mismo a la muerte en el búnker del hambre por un hermano, consiguió una victoria espiritual similar a la del mismo Cristo.
¿Puede todavía extrañarse alguien de que el Papa, nacido y educado en esta tierra; el Papa, que ha ido a la sede de San Pedro hasta la diócesis en cuyo territorio se halla el campo de Oswiecim, haya comenzado su primera encíclica con las palabras “Redemptor Hominis” y que la haya dedicado en conjunto a ala causa del hombre, a la dignidad del hombre, a las amenazas contra él y, en fin, a sus derechos inalienables que tan fácilmente pueden ser pisoteados y aniquilados por sus semejantes? Es suficiente revestir al hombre de un uniforme diverso, amarlo con instrumentos de violencia, basta imponerle la ideología en la que los derechos del hombre quedan sometidos a las exigencias del sistema, completamente sometidos, hasta no existir ya de hecho”.
Juan Pablo II, Homilía en el campo de concentración de Brzezinka, Polonia, 7 de junio de 1979.
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