Redacción
Este santo nació en Montepulciano de Toscana, Italia, el 4 de octubre de 1542, y murió el 17 de septiembre de 1621. Entre sus nombres de bautizo llevaba el de Francisco, y durante toda su vida cultivó una filial devoción al “Pobrecito de Asís”.
En 1560 ingresó Roberto al noviciado de la Compañía de Jesús, después de vencer la tenaz oposición de su padre con la ayuda de su madre, hermana del Papa Marcelo II. Se distinguió como jesuita por su obediencia, piedad, humildad y sencillez. Poseía facultades intelectuales extraordinarias y, a pesar de su endeble salud, ya desde estudiante sobresalía en el apostolado de la predicación.
Se ordenó sacerdote en Gante, Bélgica, el año 1570, y enseñó con éxito la teología en la Universidad de Lovaina. A partir de 1576 dio clases en el Colegio Romano, y posteriormente en la Universidad Gregoriana por espacio de once años, durante los cuales escribió sus famosas Controversias, la obra más completa hasta entonces escrita sobre la defensa de la fe.
En ese entonces fue confesor de San Luis Gonzaga. En 1592 se le nombró director del Colegio Romano y, dos años después, provincial de Nápoles. Por deseo del Papa Clemente VIII escribió un pequeño Catecismo de la religión católica, que todavía se usa en Italia. En 1598 el mismo Papa lo nombró cardenal y, en 1602, arzobispo de Capua. Allí desarrolló una actividad muy edificante, siguiendo las normas del Concilio de Trento.
Cuando Pablo V ocupó el trono pontificio, Roberto Belarmino fue llamado de nuevo a Roma, donde trabajó como consejero de las diversas congregaciones de la Santa Sede. Sintiendo cerca el final de sus días, se retiró al noviciado de San Andrés de la Compañía de Jesús, en el Quirinal, en donde murió a la edad de 79 años. Fue canonizado por Pío XI en 1930 y, al año siguiente, declarado doctor de la Iglesia.
Una escuela de teólogos que no comulgaba con los puntos de vista de Roberto Belarmino se opuso constantemente a la beatificación de éste, que, sin embargo, tuvo lugar en 1923. En vida y después de muerto, San Roberto Belarmino estuvo envuelto en una atmósfera de controversia.
Todo debe contribuir a la gloria de Dios.
“Si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin serás dichoso, si no lo alcanzas serás un desdichado.
Por consiguiente, debes considerar como realmente bueno lo que te lleva a tu fin, y como realmente malo lo que te aparta del mismo. Para el auténtico sabio, lo próspero y lo adverso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, los honores y los desprecios, la vida y la muerte son cosas que, de por sí, no son ni deseables ni aborrecibles. Si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna, son cosas buenas y deseable; de lo contrario, son malas y aborrecibles”.
San Roberto Belarmino, Tratado de la ascensión de la mente hacia Dios.
Publicar un comentario