- Han adoptado múltiples tareas y su labor es
imprescindible para el desarrollo de sus lugares de origen
Celaya, Gto., 14 de octubre del 2024.- Agricultoras, ganaderas, emprendedoras, enfermeras y productoras; las mujeres rurales han dejado atrás los estereotipos que las encasillaban únicamente en el cuidado del hogar y de sus familias, para tomar un papel más protagónico en el campo y en sus comunidades.
Con sus manos trabajan la tierra, crían a sus animales de traspatio, crean sus huertos y cultivan sus vegetales; las nuevas generaciones han ido más allá y transforman los alimentos, los ponen a la venta, crean sus propias micro, pequeñas y medianas empresas; motivan y capacitan a otras mujeres para que también se conviertan en dueñas de sus decisiones.
Es el panorama del campo de Guanajuato, donde el Gobierno del Estado busca dotar de herramientas a las mujeres rurales para que cambien su mentalidad, potencien sus habilidades y las lleven a un siguiente nivel, a fin de que sean detonadoras del bienestar de sus familias, pero también promotoras del cambio de sus comunidades.
Este 15 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Mujer Rural, cuyo propósito es enfatizar la imprescindible labor que realizan las mujeres en el campo y visibilizar las diferencias sociales y económicas que enfrentan y en las que se debe trabajar para disminuir.
A este compromiso se suma el Gobierno de la Gente, a través de la Secretaría del Campo, liderada precisamente por una mujer: Marisol Suárez Correa quien trabaja la tierra desde hace 39 años y se convirtió en emprendedora.
En Guanajuato, de acuerdo con el Censo Agropecuario 2022 del INEGI, 642 mil 959 personas laboran en actividades agropecuarias o forestales; de esa cifra, 107 mil 223 son mujeres en el medio rural. Es decir, más de 107 mil mujeres rurales para quienes se diseñan políticas públicas que dignifiquen sus tareas en el campo y les reconozcan como sostén imprescindible de sus familias.
“Somos emprendedoras en el medio rural”: Ana Karen
Para Ana Karen Mancera García, de la comunidad de San Elías en Celaya, la mujer rural debe “cambiarse el chip”, identificar sus fortalezas y saberse capaz de todo lo que puede lograr: “porque ya lo hacemos, somos capaces de emprender, de dar empleo, de sustentar a nuestras familias”, dijo la mujer de 31 años.
Como madre de dos adolescentes y sostén de su familia, Karen recordó que hace 15 años nació su inquietud por hacer más dentro de su hogar. Inició con la creación de un huerto orgánico que rendía frutos para el consumo familiar. Luego, con apoyo del Gobierno del Estado, lo hizo crecer e instaló un macrotúnel; en la actualidad, su huerto produce hasta 20 cajas de jitomate cada cuatro meses y le da empleo a dos familias que cuidan y dan mantenimiento al lugar.
Además, para polinizar sus cultivos comenzó la crianza de abejas, para lo que también recibió apoyo del Gobierno del Estado con cajones apícolas; la miel que se produce la vende dentro y fuera de su comunidad.
Y como otra fuente de ingresos, se capacitó para aprender a elaborar lácteos, con lo que actualmente produce hasta 20 litros de yogurth al día y los vende en su comunidad.
“El apoyo del Gobierno del Estado ha sido muy importante porque mi vida ha dado un giro radical; he podido mejorar mis ingresos económicos y apoyar a otras familias a través de lo que se genera tanto en el huerto, como en la producción de yogurth.
“Creo que todas debemos cambiar nuestra mentalidad porque todas podemos lograrlo. Las mujeres rurales hemos cambiado y ahora somos emprendedoras, motivamos a otras y generamos empleo; sí se puede, soy ejemplo de que sí se puede”, dijo Ana Karen.
“Aportamos fuerza y nuevas ideas”: Juanita
Juana Jaime Jiménez, de la comunidad de Galvanes en Celaya, asegura que las mujeres rurales aportan fuerza, corazón y nuevas ideas al trabajo agrícola y ganadero que realizan junto a los hombres todos los días.
“Hacemos un gran equipo, siempre hace falta el consejo y las ideas de nosotras las mujeres porque somos más detallistas, pensamos en cosas que ellos no ven”, dijo la mujer de 29 años.
Juana recordó que desde que era niña ayudaba a su papá en la siembra del maíz y cultivos de temporal en sus tierras; hacía cualquier tipo de trabajo, desde sembrar hasta barbechar, fertilizar y cosechar; hoy que ya es una mujer casada, igualmente ayuda a su marido en las labores de la tierra y además lleva su casa y atiende su granja de traspatio.
Con apoyo del Gobierno de Estado, añadió tres borregas más a su hato, el cual cuida y multiplica, pues lo considera un ingreso económico adicional.
“Ya sé que si un día tengo necesidad, ahí están mis animalitos que puedo vender o que incluso puedo tomar uno para alimentar a la familia, pero ya no nos quedamos sin comer; de esta forma también aportamos a la economía familiar”, comentó Juanita.
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