Eugenio Amézquita Velasco

La visita a las Siete Iglesias o Siete Casas, como la conocemos en México, es una devoción nacida de la idea de San Felipe Neri, quien con esta tradición pretendía desviar a los fieles de las “seducciones” que ofrecía el carnaval romano. El santo caminaba por las calles en una procesión que duraba dos días.

En Celaya, los templos que tradicionalmente son recorridos la tarde del Jueves Santo en el centro histórico de Celaya, son tradicionalmente el Templo Parroquial del Sagrario Catedral; San Francisco, Tercera Orden, San Agustín, El Carmen, El Corazón de María y el Templo de La Merced; pueden integrarse otros templos diferentes a estos, donde el templo parroquial de cada feligrés puede ser el lugar de inicio o finalización de este recorrido, que por lo regular se hace en familia. El aspecto básico es ese, la oración en familia con un sentido de arrepentimiento y dolor, más que un "paseo de Jueves Santo" por el centro de la ciudad.

San Felipe Neri, nacido en Florencia el 21 de julio de 1515 y fallecido en Roma el 26 de mayo de 1595, a veces llamado el Apóstol de Roma, fue un sacerdote católico, fundador de la Congregación del Oratorio, una sociedad de clero secular dedicada al cuidado pastoral y la obra caritativa, proyección de su personal espiritualidad y creación singular dentro de las distintas corrientes espirituales del Cinquecento italiano.​

 La misión espiritual de Neri enfatizaba la santidad personal y el servicio directo a los otros, particularmente a través de la educación de los jóvenes y el cuidado de los pobres y enfermos. Su obra jugó un papel importante en la Contrarreforma, especialmente dentro de la ciudad de Roma. Fue canonizado por la Iglesia católica unos veintisiete años después de su muerte. Su festividad se celebra el 26 de mayo.

Esta acción de San Felipe Neri, poco a poco fue seguido por un grupo siempre heterogéneo y numeroso de personas, que cantaban al unísono “vanidad de vanidad, todo es vanidad”. Esta larga “caminata” comprendía los lugares de culto más importantes de la Ciudad Santa. Un camino de 20 km, que comenzaba por las cuatros basílicas mayores y seguía por otras tres iglesias simbólicas de Roma.

En cada iglesia se recitaba uno de los siguientes salmos penitenciales (6, 31, 37, 50, 101, 129, 142), se pedía perdón por los siete pecados capitales que se hubiese cometido, se pedía también el don de las siete virtudes contrarias a ellos y se meditaba las siete etapas principales de Jesús durante el la Pasión, los siete derrames de la sangre de Cristo, las siete palabras de Cristo en la cruz, los siete dones del Espíritu Santo, los siete sacramentos, las siete obras de misericordia. Esta es la razón porque se visita sólo siete iglesias.

Poco a poco fue tomando más importancia por la gran afluencia de peregrinos, siendo promovida en el año Jubilar del 1550. Las visitas se hacían el miércoles y jueves santo. Desde el 1575 se estableció como requisito para obtener indulgencia plenaria.

En el año 2000 san Juan Pablo II, con ocasión del Gran Jubileo, sustituyó San Sebastián Extramuros, por el santuario de Nuestra Señora del Divino Amor, aunque muchos romanos conservan la antigua tradición.

Al igual que las 7 iglesias de Roma, también se puede obtener la indulgencia plenaria visitando los 7 santuarios de Tierra Santa.

Esta práctica de las visitas a las 7 iglesias, aún hoy es muy difundida en muchos países cristianos. Obviamente, quienes viven lejos de Roma y de Tierra Santa, lo puede hacer en 7 iglesias de su ciudad. Lo importante es que en jueves santo, se medite profundamente sobre la Pasión de Cristo.

Las Oraciones de la Visita a las Siete Casas, en México

Existe desde el siglo XIX el cuadernillo "Visita a las Siete Casas o Práctica de las Estaciones. El Jueves Santo. Con aprobación eclesiástica", que se expendía en la Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, ubicada en la calle de Santa Teresa número 1 en la ciudad de México. Dicha imprenta inició sus operaciones en 1880 hasta la muerte de su propietario en 1917.

Primera Estación
Del cenáculo al Huerto de Gethsemaní

He aquí el primer paso que nuestro Sublime Creador dio en su dolorosísima Pasión... ¡Con cuánto dolor no verías los amargos sufrimientos de tu Santísima Madre! Incomparable fue tu sentimiento al ver en tu divina frente marcado el sello del dolor y mucho más cuando exhalaste aquellas tiernísimas palabras: "¡Padre, Padre, aparta de mi este cáliz de amargura!"
Seis padres nuestros y seis aves Marías con sus Glorias. Meditación. Lo mismo al fin de cada Estación.

Ofrecimiento

Dulcísimo Salvador mío! Con todas las veras de mi corazón te ofrezco mis humildes oraciones en holocausto de los dolorosísimos pasos que diste al salir del Cenáculo para llegar al Huerto, donde en medio de una profunda agonía, fuiste desamparado de todos y conducido con la más grande ignominia a la presencia de tus enemigos. Que por esta fineza tan alta y tan sublime, te alaben eternamente en este mundo, en el cielo y en las inmensas regiones de la eternidad. Por los dolores de la Santísima Virgen dame resignación y perseverancia para lograr que mi muerte sea la más feliz que pudiera esperar, para gozar de la gloria por los siglos. Amén.


Segunda Estación
Del Huerto a casa de Anás

Un inmenso tropel de soldados y pueblo, como manada de animales feroces, caminaban en pos de Tí para devorar tu Santísimo Cuerpo. Cuán terrible y amargo fue el camino que recorriste, oh Redentor Divino, desde el Huerto a la presencia del fariseo. No hubo uno solo de esa turba maligna, que pudiera comprender la grandeza de tu sacrificio.

Ofrecimiento

Yo os ofrezco estas oraciones y estación, o benignísimo redentor mío, por aquellos dolorosísimos pasos que diste del Huerto a la casa de Anás, conducido con la mayor infamia y como malhechor. Yo os bendigo, Señor, con estas alabanzas en honra y gloria de la Santísima Virgen María, para que por este medio logre alcanzar una buena muerte. Amén.

Tercera Estación
De la casa de Anás a la de Caifás

En medio de aquella turba escandalosa fue llevado a la casa de Anás el mansísimo Cordero, pero como temiendo que Jesús era inocente no quiso juzgarlo y lo envió a la casa de Caifás. Allí, la sacrílega mano de Malco estampó en su divina mejilla sus acerados dedos, con la más inicua injusticia.

Ofrecimiento

¡Oh dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta estación en memoria de los penosísimos pasos que diste de la casa de Anás a la de Caifás, donde fuiste sentenciado afrentosamente. Que os alaben los coros celestiales en unión de María Santísima, por cuya intercesión espero de su Divina Majestad su infinita misericordia. Amén.

Cuarta Estación
De la casa de Caifás a la de Pilatos

Después de aquella terrible noche pasada en un obscuro calabozo, te sacaron, o poderoso redentor, y entre una muchedumbre inicua te llevaron a la presencia de Pilatos, donde recibiste nuevos oprobios. Pilatos, que no encuentra delito en Ti, ordena que seas llevado a la presencia de Herodes, como despótico rey de aquellos pueblos.

Ofrecimiento

¡Oh dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta estación en honra y gloria de aquellos penosísimos pasos que de la casa de Caifás disteis a la de Pilato, donde fuisteis acusado por innumerables enemigos. Por esto, Dios mío, que te bendigan los coros de los ángeles con su Reina la Virgen Santísima, por cuya intercesión te suplico me des una muerte santa. Amén

Quinta Estación
De la casa de Pilatos a la de Herodes

Cuántas penas, dolores y fatigas soportas Tú, el Justo entre los justos. Tú eres acusado de innumerables crímenes que no conoce tu inocencia. Tú eres el ambicioso de la redención del hombre. He aquí todo tu delito, por lo que brutalmente eres conducido a la presencia de Pilatos.

Ofrecimiento

¡Oh dulcísimo redentor mío! Yo os ofrezco esta estación en reverencia de los penosísimos pasos con que fuiste remitido de Herodes a Pilatos, avergonzado y despreciado del rey. Que os bendigan todas las criaturas en unión de la Reina soberana, por cuya intercesión te suplico que su Divina Majestad tenga compasión de mi alma. Amén.

Sexta Estación
De la casa de Herodes a la de Pilatos

Hete otra vez delante de Pilatos. Este hombre no halla motivo para condenarte. Quiere salvarte y propone tu libertad, la que no es concedida. Después te azotan cruelmente, te coronan de espinas, te ponen por cetro una caña, te escupen, te abofetean y exigen de tu sangre hasta la última gota.

Ofrecimiento

¡Oh dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta estación, por los pasos que disteis de la casa de Pilatos a la de Herodes, repelido de ambos, azotado, coronado, escarnecido y condenado a muerte. Por todos estos sufrimientos, os suplico que por intercesión de vuestra Madre Santísima me perdonéis mis abominables culpas. Amén.

Séptima Estación
De la casa de Pilatos al Calvario

Llega el momento atroz de tu sacrificio. Hacen que Simón Cirineo te ayude a llevar la cruz. Llegas, Señor, a la cumbre del Calvario y allí te arrancan bruscamente tus vestiduras. Te colocan en la cruz y con agudos clavos te traspasan tus pies y manos. Al pie de esa cruz contemplas a tu dolorosísima Madre, y expiras a tu excelso Padre por aquellos mismos que te martirizan y ultrajan.

Ofrecimiento

¡Oh dulcísimo Redentor! Yo os ofrezco esta última estación, por los acerbos pasos que vos y vuestra Santísima Madre dieron por la calle de la Amargura hasta llegar al Monte Calvario, para que por intercesión de vuestra Madre Santísima, me favorezcáis en el amargo trance de mi muerte. Amén.

Arrepentimiento

La vergüenza y confusión
A los pues de tu bondad
Disculparán la maldad
De este ingrato corazón,
Y ellas podrán suplicarte
Que mis ofensas perdones,
Pues disculpas de razones
Son para más indignarte

No tardes en socorrerme
Pues ya, para ser mejor,
Me valdrá más tu favor,
Que mi mal para perderme;
Y ya con esta confianza,
Señor, fundado en tu fe,
Con mucha razón tendré
De mi remedio esperanza.

Fr. Pedro de Padilla