Por Pbro. Dr. Eduardo Chávez Sánchez
Doctor en Historia de la Iglesia, 
Postulador para la Causa de Canonización del Juan Diego, 
Canónigo Honorario de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe

Edición: Eugenio Amézquita Velasco
 
La Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en la tilma de Juan Diego fue la señal que la Virgen dio al obispo de México, un auténtico mensaje de nueva vida para sus destinatarios. La Señora del Cielo quiso estampar su figura en un simple ayate o tilma, realizado en un material vegetal, conocido como agave; como lo certificó el Dr. I. Ochoterena; y Alejandro Javier Molina lo expresó así: “La tilma está hecha con una clase de maguey llamada Agave Popotule, que pertenece a la familia de las Amarilidáceas”; pero tampoco sería imposible que 
tuviese alguna mezcla de otras fibras. 

La tilma es usada por los indígenas para cubrirse, así como instrumento de trabajo o carga y, de una manera muy especial y profunda, en el matrimonio al anudarse con el huipil de la mujer. Fray Bernardino de Sahagún nos informa de su naturaleza y confección: “El que vende mantas delgadas de maguey suele tener lo siguiente: conviene a saber, saber tostar las hojas de maguey y rasparlas muy bien, echar masa de maíz en ellas y lavar bien la pita, y limpiarla y sacudirla en el agua; y las mantas que vende son blancas, adobadas con masa, bruñidas, bien labradas y de piernas anchas, angostas, largas o luengas, gordas o gruesas, tiesas o fornidas; al fin, todas las mantas de maguey que tienen labores. Algunas vende que son muy ralas, que no parecen sino tocas, como son las mantas muy delgadas, tejidas en fibras de henequén y las hechas en hebra torcida; y por el contrario algunas son gordas y bien tupidas y bien labradas, y otras bastas, gruesas, ora sean de pita ora de hilo de maguey”.
 
La conservación de esta Imagen en la tilma de Juan Diego siempre ha sido un reto para la mente humana. Son varios los testimonios que han señalado la sorprendente conservación de la Imagen tanto por estar impresa en una tela tan delicada, hecha de fibra vegetal, como por estar en un lugar húmedo y salitroso donde se ha mantenido siempre. Además, del mensaje que la Imagen ofrece en sí misma.
 
Para los estudiosos de los códices, la Imagen en la tilma de Juan Diego es, por sí misma, un documento elaborado para la mentalidad indígena, ya que contiene un mensaje integrado por medio de imágenes, es todo un códice comprensible para los mexicanos que se movían en una cultura cuya expresión era precisamente a base de imágenes. Si bien, para la persona ajena a la cultura indígena, como lo eran los españoles, la Imagen, a pesar de ser un tanto extraña, un tanto india, no estaba lejos de su percepción de lo que se manifestaba como 
una imagen de María la Madre de Dios, según el libro de Apocalipsis, capítulo 12; para los indígenas era un mensaje “hablado”, plenamente comprensible e identificado. 

Por ejemplo, mientras que para los españoles la figura de la Virgen de Guadalupe se presenta entre nubes, dejando clara su procedencia divina; para los indígenas, además de expresar esto mismo, manifestaba también algunas características especiales. Para poder comprender o acercarnos un poco a esto, es necesario tratar de “mirar” con los ojos indígenas, y un concepto que nos puede ayudar es conocer la manera en la cual los indios saludaban a quien creían que venía de parte de Dios, con la expresión “entre nieblas y entre nubes”; podemos tener algunos ejemplos: en 1519, el saludo que dio Moctezuma a Hernán Cortés a quien consideraba el dios Quetzalcóatl que venía a tomar posesión de su trono, fue: “Señor nuestro ni estoy dormido ni soñando con mis ojos veo vuestra cara y vuestra persona días ha que yo esperaba esto, días ha que mi corazón estaba mirando a aquellas partes donde habéis venido, habéis salido de entre las nubes y de entre las nieblas, lugar a todos desconocido, esto es por cierto lo que nos dejaron dicho los reyes que pasaron, que habíais de volver a reinar en estos reinos y que habíais de asentaros en vuestro trono y a vuestra silla, ahora veo que es verdad lo que nos dejaron dicho”. 

Otro ejemplo con el que contamos es el de 1524, cuando los nobles caciques saludaron a los primeros franciscanos de esta forma: “sabemos que habéis venido de entre las nieblas y nubes del cielo así nos es nueva y maravillosa vuestra venida y personas y vuestra manera de hablar que hemos oído y visto, todo nos parece cosa celestial, parécenos que en nuestra presencia habéis abierto un cofre de riquezas divinas del Señor del cielo”. 

Un ejemplo más, y también de 1524, es cuando los sacerdotes indígenas hablaron a los misioneros franciscanos: “no somos dignos nosotros tan bajos y soeces de ver las caras de tan valerosas personas ha os ha traído Dios nuestro señor para que nos rijáis: ignoramos dónde y qué tal sea el lugar donde habéis venido y donde moran nuestros señores y dioses; porque habéis venido por la mar entre las nubes y nieblas (camino que nunca supimos) enviaos Dios entre nosotros por ojos, oídos y boca suya el que es invisible y espiritual, en vosotros se nos muestra visible”. 

No cabe duda que la forma de hablar de Moctezuma y de estos caciques y sacerdotes indígenas, también nos recuerda la forma de hablar de Juan Diego. Esto nos permite captar un poco mejor, cómo los indígenas podían observar que la Imagen, que estaba entre nubes, era algo celeste; lugar a todos desconocido; que les traía todo un cofre de tesoros espirituales; que era presencia, ojos, oídos y boca de Dios invisible que en Ella se hacía visible, etc.
 
Asimismo, otras características de la Imagen que fueron plenamente captadas por la mente india, fueron los símbolos solares que porta, simbolizado en el jazmín de cuatro pétalos, que está dibujado una sola vez en la túnica a la altura del vientre de la Virgen María, los mismos rayos solares que salen detrás de Ella; la combinación de colores, la luna, las estrellas; todo esto hacía percibir a los indígenas que se trataba de una Doncella Virgen, Reina del Cosmos; embarazada y que daría a luz al Sol. La serie de “arabescos” dorados que aparecen en la túnica, formados por flores-cerro, muestran en lectura glífica que se apareció en el Tepeyacac, que verdaderamente todo aconteció en el Tepeyac-México. 

Reforzando esto se observa que la Virgen se encuentra de pie sobre el centro de la figura de la luna, y la etimología de México es Mezt(tli) = Luna, Xic(tli) = ombligo, centro y Co = en: “En el ombligo de la Luna”; así, primero se aparece en México. También, la expresión del rostro era de especial importancia en el mundo náhuatl (Ixtli = rostro, era sinónimo de persona), de aquí que su expresión tierna y amorosa, de una madre que contempla a su hijo; indica amor, caricias, protección: un inmenso interés por el género humano. 

En náhuatl la expresión mirar de soslayo no tenía un sentido peyorativo, como podría tenerlo entre nosotros, antes al contrario, equivalía a “pensar en el que se mira”, “no olvidarse del que se mira”. Además el rostro es moreno, mestizo. Formando parte de la imagen, a los pies de la Virgen, se encuentra un ángel, que por esto se denominaría “Ángel de la Virgen de Guadalupe”, mensajero de esta verdad; este ser alado une con sus manos a la tierra y al cielo, (manto y túnica); de esta manera, sostiene y presenta a toda la imagen.
 
Si nos pudiéramos, nuevamente, situar como observadores prehispánicos de cultura náhuatl, una reflexión sintética sería: Una Señora entre nubes que nos hace presente y visible lo invisible, otorgándonos el cofre de riquezas espirituales, que se apareció en el Tepeyac, México, entre flores que proclaman la verdad, toda Ella armonía y unidad; pues se viste con las estrellas, pisa la luna y es transformada en Sol, porque porta en su seno al Niño-Sol, al Sol Nuevo, dándonos su presencia. En el rostro de Guadalupe nos observamos, nos identificamos y, al mismo tiempo, vemos la propuesta explícita de un mensaje de comunión62. Siendo ese mensajero con alas de águila, el fundamento y la raíz de esta verdad.

Los indios no tenían ángeles en sus mitologías, pero sí “dioses” que eran sólo aspectos del único y verdadero Dios. Ahora bien, por los atributos que pueden vérsele a ese ángel, podían identificar a toda su antigua religión: Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Tláloc, que servía de raíz y sustento al Nuevo Reino que venía a instaurar en México la Madre del verdaderísimo Dios, por Quien se vive, permitiendo así lo que para ellos era esencial: no un corte, sino una plenitud. Con esto se convierten al instante, como veremos más adelante, e inicia México como nación. 

Esta es una de las más importantes reconciliaciones; el ángel es la raíz, el sustento, el fundamento de esta verdad. Su venerada Huehuetlamanitiliztli, que significa: la Tradición de los Ancianos. Es el gran mensaje, que su mundo no se acaba sino que se transforma. 

Pero hay algo más, sumamente importante, propio en el hecho de que esa Imagen se imprimiese en esa tilma, precisamente en la de un indio llamado Juan Diego. Como decíamos, para la cultura indígena, como en muchas otras culturas, eran sumamente importante los símbolos y las imágenes que sustentaban realidades profundas; así pues, la tilma dentro de la sociedad india era el indicativo del nivel y condición social de una persona, este aspecto era tan importante que estaba presente en el matrimonio indio, durante el cual hacía un nudo con la tilma del varón y el huipil de la mujer simbolizando que de esta manera quedaban unidas sus vidas. 

Asimismo, las flores significaban la simplicidad profunda de la verdad, de algo que era inalcanzable como la Verdad máxima de Dios, que cuando se cortaba una flor y se le tenía en mano, ésta empezaba a desaparecer en ese momento, el hombre, por su limitación no la podía conservar ni abarcar plenamente; podía contemplar su belleza, podía embriagarse de su aroma, pero no podía poseerla del todo; sólo Dios lo podía hacer, Él era y es la Verdad Eterna, Plena, Total. 

Con estos breves rasgos podemos acercarnos a esta realidad simbólica indígena en donde se está delante de una Imagen que se ha impreso por el contacto de las variadas flores, que de manera milagrosa florecieron en el árido y helado Tepeyac; y en una tilma que es la persona misma del indio. 

Viene a ser una Imagen que proclama la verdad impresa en el corazón de un indio que se ha dejado unir a la verdad de Dios; y no sólo eso, sino que es un indio que goza de la confianza de lo divino, ha sido rescatado en la unidad de su propia persona y en su dignificación; es decir, para Dios, Juan Diego, el indio, es digno de todo crédito para ser el mensajero de esta verdad que está en su propia persona. La Virgen de Guadalupe retoma las semillas del Verbo de la cultura y religiosidad india, y la renovación y conversión de la cultura y religiosidad española, para que puedan tener plenitud. Juan Diego explícitamente es el embajador de esta gran verdad, la 
Virgen de Guadalupe es signo de unidad y plenitud. 

Analizando la Imagen desde el punto de vista artístico, no cabe duda que estamos ante una Obra Maestra, de notable equilibrio y armonía como lo hizo notar el gran investigador Dr. Homero Hernández Illescas, con su estudio sobre la “proporción dorada” en la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Independientemente de su origen sobrenatural, desde hace muchos siglos, se ha venido estudiando esta gran obra. 

Varios estudios directos han coincidido en lo extraordinario e inusitado de la técnica utilizada en la sorprendente Imagen; así como su increíble conservación en un lugar húmedo y salitroso, en donde todo se corrompe y se echa a perder. Además, se debe tomar en cuenta que la imagen duró expuesta a los fieles sin ningún tipo de protección por cerca de 116 años; ya que el vidrio le fue colocado hasta el año de 1647, como declaró el P. Miguel Sánchez: “por los años pasados del de cuarenta y siete [1647] que esta Sacratísima Señora estaba sin vidriera que le guarda del aire y del polvo que ordinariamente suele haber en el dicho lugar de su iglesia y Ermita y que era la continuación y asistencia de los fieles muy ordinaria en gran número a la dicha iglesia Ermita”.
 
Una de las primeras Inspecciones que se realizaron a la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, tuvo lugar en el mes de marzo de 1666. La Audiencia y los Cabildos formalizaron la petición ante el virrey Marqués de Mancera para que se inspeccionara la Imagen, por lo que se pidió a los especialistas más sobresalientes de la Nueva España que realizaran esta solemne e importante labor; para el día 13 de marzo se reuniría un grupo de siete pintores; y el 28 del mismo mes acudirían tres “protomédicos”, quienes tenían la posibilidad de analizar la Imagen de manera directa. 

Estos eminentes especialistas estudiaron la tilma de Juan Diego, coincidiendo en lo sorprendente, tanto de la técnica empleada para la realización de la Imagen, como en la conservación de la misma. Es importante conocer, por lo menos de manera sintética, los resultados de estas Inspecciones. Como decíamos, la Inspección de los Pintores el 13 de marzo, fue un evento muy solemne, que inició entre las diez y once de la mañana, y al que asistieron las máximas autoridades de la Nueva España, como el virrey y el cabildo, para que junto con los siete especialistas en el Arte de la Pintura, como dice el Acta de la Inspección, que forma parte de las Informaciones Jurídicas de 1666: “los mayores y mejores Artífices que se reconocen y hallan en esta Ciudad y Reino y para que se hiciese con la claridad, verdad y acierto que pide materia tan grande y piadosa”, se hiciera una investigación profunda y directa de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Se determinó, antes que nada, celebrar una solemne Misa, para pedir a la Virgen su especial ayuda.
 
Posteriormente, se procedió a bajar la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, “para que la viesen y reconociesen los Maestros peritos que en el arte de Pintar estaban nombrados para dicho efecto, que lo fueron el licenciado Joan Salguero, clérigo presbítero hombre de edad de cincuenta y ocho años y Maestro en el arte de la Pintura de más tiempo de treinta años; Bachiller Thomas Conrado, de edad de veinte y ocho años y maestro en el ejercicio de la Pintura, de más tiempo de ocho años; Sebastián López de Ávalos, de edad de cincuenta años y de más de treinta en el ejercicio de la Pintura; Nicolás de Fuenlabrada de edad de más de cincuenta años y Maestro en el arte de la Pintura y ejercicio de ella de más de veinte; Nicolás de Angulo de edad de treinta años y Maestro en el Arte de la Pintura y ejercicio de ella de veinte años; Juan Sánchez de edad de treinta años, maestro del Arte de la Pintura y ejercicio de ella de más de quince años; y Alonso de Zárate de edad de más de treinta años, maestro en el arte de la Pintura, ejercicio y experiencias de ella de más tiempo de catorce años”67; los cuales ante presencia del Notario Apostólico y Público Luis de Perea, inspeccionaron la Imagen por enfrente y por el envés de la tilma de Juan Diego. 

Todos los especialistas de manera conjunta y unánime declararon: “Que es imposible que humanamente pueda ningún Artífice que pueda pintar y obrar cosa tan primorosa, limpia y bien formada en un lienzo tan tosco, como lo es la tilma o ayate en que está aquella divina y soberana Pintura de la Virgen Santísima nuestra Señora de Guadalupe que han visto y reconocido por estar obrada con tan grandes primores y hermosura de rostro y manos, que admira y pasma a estos declarantes, y a todos cuantos la ven. Y asimismo la disposición y partes tan bien distribuidas de su Santísimo Cuerpo y lindos trazos y Arte del ropaje, que no ha de haber pintor, por diestro que sea y muy bueno como los ha habido en esta Nueva España, que perfectamente le acierte a imitar el colorido, ni determinar si es al temple o al óleo, la dicha pintura, porque parece lo uno y lo otro; y no es lo que parece, porque Dios nuestro Señor solamente, sabe el secreto de esta obra y la perpetuidad de su conservación en la fortaleza y permanencia de sus lindos colores y dorado de Estrellas, labores y orla de la Vestidura y tez de la pintura, que parece está acabada de hacer, con la hermosísima encarnación del rostro y manos, que están dando a entender con las demás circunstancias que la han visto infinitas veces; y al presente la han visto y reconocido en presencia de estos declarantes el Excmo. señor Marqués de Mancera Virrey que al presente es de esta Nueva España con la asistencia del Señor Deán e Ilustrísimo cabildo de esta Santa Iglesia; y estos Declarantes haciendo todas las Diligencias que conforme a su Arte tienen obligación y cumplir con los que les está encargado y mandado por dicho señor Deán y Cabildo Eclesiástico de esta Santa Iglesia han tocado con sus propias manos dicha Pintura de dicha Sacratísima Imagen y no han podido hallar ni descubrir en ella cosa que no sea Misteriosa y Milagrosa, y que otro que Dios nuestro Señor no pudo obrar cosa tan bella y de tantas perfecciones como en dicha santa Imagen han hallado y por lo imposible de poderse aparejar y pintar en dicha tilma o lienzo de ayate tienen por sin duda y sin ningún escrúpulo que el estar en el ayate o tilma del dicho Juan Diego estampada la dicha Santa Imagen de nuestra Señora de Guadalupe, fue y se debe atribuir y entender haber sido obra sobrenatural y secreto reservado a la Divina Majestad, como la conservación de los Colores, ropaje de Túnica y Manto que la entresacan y distinguen de unas nubes blancas que tiene por orla y campo; y advertimos y notamos que toda la Santísima Imagen se ve distintamente pintada por el envés del lienzo, y de la misma manera los Colores, en que se reconoce evidentemente que no tiene aparejo ninguno ni imprimación el dicho lienzo, más que el cuerpo que los mismos colores le dieron tupidas e incorporadas con los hilos toscos del dicho Lienzo; y que lo que llevan dicho y declarado lo sienten así conforme a su Arte de pintar, y a mayor abundamiento el dicho licenciado Juan Salguero lo juró in Verbo Sacerdotis puesta la mano en el pecho, y los demás a Dios y a la Cruz en debida forma de Derecho”.

Por su parte los tres “Protomédicos”, el Dr. Lucas de Cárdenas Soto, el Dr. Gerónimo Ortiz y el Dr. Juan Melgarejo, realizaron una detallada investigación basándose en varias fuentes bibliográficas; además, inspeccionaron de manera directa la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe estampada en la tilma de Juan Diego y analizaron el ambiente que rodeaba la Ermita. Su declaración fue escrita el 28 de marzo de 1666. De igual forma, llegaron a la conclusión de la sorprendente conservación de la Imagen; siendo que el lugar era salitroso y húmedo, y que desde hacía mucho tiempo atrás ya hubiera consumido la tilma: “Está fundada –decían– esta Ermita en un sitio que participa por la parte del Sur que es el aire que más le baña y más continuo, muy cercano y muy participante de las humedades de la Laguna por extenderse casi hasta ellas, y que en los crecimientos que tiene por tiempo de aguas llega y ha llegado hasta la misma Ermita, con que el suelo en donde está fundada, por esta parte es humidísimo (ya la misma dicha parte corresponde la puerta principal de la Iglesia) (se ve con evidencia) pues la sacristía y la Iglesia se ven humidísimas, con que se prueba ser el suelo en que está fundada, húmedo”69. Y se admiran también de que el nitro no haya destruido la Imagen, los especialistas continuaban: “Pruébase que de la alteración que del aire pudiera recibir (que no recibe como está probado) del nitro que se cría y comunica el suelo a dicho aire, no resulta la conservación de esta materia; antes admira y sobrepuja al ingenio humano ver cuan diferente se ve el efecto en otras cosas, del que parece en esta Divina Señora, pues por experiencia se conoce, que es de tal calidad y tan corrosivo en su naturaleza que las piedras de cantera donde se pega, las deshace y convierte en polvo lo cual no puede dejar admirado al mayor ingenio pues habiendo ciento y tantos años que está combatida esta materia de esta polilla o cáncer de las piedras (que así las desbarata, y convierte en polvo) su osadía se haya acobardado a no llegar a la materia dichosa de este trasunto divino, y teniendo menos resistencia y solidez que tiene la plata que adorna a esta Capilla, por participar de este aire, la pone negra y no se duda que a no ser el cuidado tan frecuente, fuera posible el haberla destruido pues tiene menos resistencia que la piedra. Lo cual consta de Vista de Ojos”.
Los “protomédicos” terminaron su Informe declarando que no se podía explicar, humanamente, el fenómeno que observaban de manera directa en la tilma misma: “Siendo una la materia –decían– y que por segundas cualidades (de que juzga el tacto) hallarse diferentes cualidades (que se juzgan) pues habiéndola tocado por la parte posterior, se halla con aspereza, dureza; y consistencia (que igualmente prueban lo incorrupto) y por la parte anterior, tan suave, tan mite y tan blanda (que no le hace oposición la seda) quién sabe como puede ser esto lo defina, que nuestro corto ingenio no lo alcanza ni tampoco por el temperamento así general y propio de aire, ni por el accidental adquirido, ni menos por el sitio y terruño (que concurren todas) ni por experiencia, ni visita hecha hay causa natural de la conservación que hasta hoy se halla en dicha materia, su incorruptibilidad y perseverancia, pues inquiridas todas, más parece concurrir con oposición a lo contrario”.
 
Ochenta y cinco años después, el 30 de abril de 1751, se realizó una segunda Inspección de este tipo. Otro grupo de eminentes artistas y médicos, en el que se destacaba el gran pintor Miguel Cabrera, “en compañía de José de Ibarra, Patricio Morlete Ruiz y Manuel Osorio, que entonces figuraban entre los «pintores de más crédito», pudo estudiar detenidamente, sin el embarazo del cristal que la cubría, la imagen de la Virgen del Tepeyac [...] el 15 de abril del año 1752, Cabrera, ayudado por José de Alcibar y José Ventura Arnáez, hizo tres copias de la Guadalupana. Arnáez escribe que la primera fue para don Manuel Rubio y Salinas; la segunda para el padre Juan Francisco López, de la Compañía de Jesús, quien estaba para marchar de Procurador a Roma, en donde la presentó al Papa Benedicto XIV, y el tercer lienzo es «el que vuestra merced –dice Arnáez a Cabrera– mantiene en su casa para beneficio de que se logren otras copias por la que salió de la original»”. 

Cabrera publicó su dictamen, después de haberlo presentado a los demás artistas para su aprobación, con el título de Maravilla Americana. Sus capítulos dan idea de su contenido: 
I. Maravillosa duración de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; 
II. De la tela en la que está pintada nuestra Señora de Guadalupe; 
III. De la falta de aparejo en esta pintura; 
IV. Del maravilloso dibujo de Nuestra Señora de Guadalupe; 
V. De cuatro especies de pinturas que concurren maravillosamente en la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; 
VI. Del precioso oro y exquisito dorado de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; 
VII. En que se desatan las objeciones que han opuesto a nuestra bellísima pintura; 
VIII. Diseño de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
 
Todavía en el siglo XVIII, el 25 de enero de 1787, otro grupo de pintores realizó un examen, promovido por el Dr. José Ignacio Bartolache. A la pregunta expresa que se les planteó: “¿si supuestas las reglas de su facultad, y prescindiendo de toda pasión o empeño, tienen por milagrosamente pintada esta santa imagen? Respondieron que sí, en cuanto a lo sustancial y primitivo, que consideran en nuestra santa Imagen; pero no en cuanto a ciertos retoques y rasgos, que sin dejar duda, demuestran haber sido ejecutados posteriormente por manos atrevidas”.
 
La Imagen es una síntesis de las técnicas mixtas (mexicas y europeas), de suyo incompatibles. Los colores, los perfiles resaltados y acentuados, los llamados “arabescos” dorados pintados sobre la túnica sin seguir sus pliegues, la riqueza de sus simbolismos, son netamente indígenas; la maestría en el dominio de luces, sombras, volúmenes y perspectiva son típicas de la pintura europea. En el México de la primera mitad del siglo XVI, y en todos los siglos de su pintura colonial, no encontramos ningún otro ejemplo de este tipo, y quienes han intentado más tarde copiarla o calcarla lo han sólo logrado mediocremente. 

Como decíamos, no sólo se realizó esta inspección de la tilma de Juan Diego con gente acreditada, sino que además se determinó realizar una serie de experimentos para verificar la conservación que pudiera tener un material vegetal como del que estaba hecha la tilma de Juan Diego. Bartolache mandó realizar dos copias de la imagen para colocarlas en la misma área en donde se encontraba la Imagen original, por lo pronto, Bartolache decía de una de estas copias: “Salió bellísima la copia, y exactamente arreglada, en todo no obstante eso todavía está bien lejos de ser una copia idéntica no ya en el dibujo, sino en el modo de pintar, que ciertamente es inimitable, aunque en ello se ponga toda cuanta humana diligencia cabe”.
 
Pero poco duraron, ya que el ambiente salitroso y húmedo terminó por destruirlas en poco tiempo. Ciertamente, algo que sorprende a todos es la conservación de la Imagen. En verdad es inexplicable cómo ha podido conservarse una tela de agave, que normalmente no sobreviviría más de 20 años, durante casi cinco siglos; sabemos que estuvo más de cien años sin cristal y sin ningún tipo de protección, “el lienzo estuvo al descubierto durante 116 años, en condiciones de humedad y temperatura muy poco favorables, expuesto al salitre y fabricado con un material de fibra vegetal que debería de desintegrarse en menos de 20 años”.
Sorprende más este hecho, cuando sabemos de una serie de eventos que pudieron haberla destruido desde hacía mucho tiempo, pues, además del evidente desgaste debido a la humilde devoción de la gente, que la tocaba, frotaba, imponía sus rosarios y medallas, quemaba ante ella ceras e incienso, se deben sumar otros dos hechos muy significativos: El primero de ellos fue en 1785, cuando se derramó, accidentalmente, Aguafuerte sobre el lado izquierdo de la Imagen, en donde todavía existe la huella de este incidente. En 1820 se levantó todo un Informe notariado79. Manuel Ignacio Andrade declaró en su testimonio: “Al tiempo que uno de los Plateros limpiaba el marco anterior; pero supe radicalmente por personas fidedignas que observaron el caso, que se verificó el derrame de cantidad de dicha Aguafuerte, suficiente para destruir todo el lugar que cita bañó, y también me parece que este accidente se procuró ocultar acaso porque no llegase a noticia del S. Abad D. D. José Colorado cuyo genio intrépido lo hubiera movido a dar un severo castigo al delincuente. Por mí mismo he observado en las ocasiones que me he acercado a la Sta. Imagen estando abierta su vidriera que el lugar por donde pasó la Aguafuerte dejó una señal algo opaca pero que el lienzo quedó sin lesión alguna. Supe también que el Platero a quien sucedió esta desgracia se demudó tanto, que creyeron le costara una grave enfermedad [...] pues todos saben que el aguafuerte es tan activo que destruye hasta el fierro solamente con su inmediato contacto. Es cuanto puedo decir en la materia asegurando a V. S. que este suceso siempre lo he tenido por un milagro de la Santísima Virgen, que quiere la conservación de este Tesoro tan apreciable”.
 
El segundo hecho fue el atentado que sufrió la Imagen la mañana del 14 de noviembre de 1921, “cuando una bomba fue detonada en la misma Basílica de Guadalupe; Luciano Pérez Carpio, empleado de la Secretaría Particular de la Presidencia, protegido por soldados disfrazados de civiles, fue quien puso la bomba a los pies de la Imagen de la Virgen de Guadalupe, la explosión fue de tal magnitud que se escuchó en un radio de un kilómetro a la redonda; a la Imagen de la Virgen de Guadalupe no le pasó absolutamente nada, no así a los 
candelabros y al crucifijo de bronce que estaban en el altar, los cuales quedaron doblados por el impacto”. Actualmente estos candelabros y crucifijo de bronce están expuestos al público en el mismo recinto de la Basílica. 

A pesar de todos los elementos y atentados que pudieran haber destruido la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, la tilma de Juan Diego continúa ahí ofreciéndonos su mensaje. Muchos otros estudios se han realizado a la tilma de Juan Diego, usando las técnicas más modernas y proyectando estudios que se encuentran todavía en proceso, que no dejan de ser interesantes caminos de investigación como las estrellas del manto de la Virgen, que según estudios del Dr. Juan Homero Hernández Illescas, coinciden sorprendentemente con las constelaciones del cielo de aquel año de 1531; este mismo científico mexicano, como ya dijimos, ha realizado profundas investigaciones sobre la Proporción dorada que puede observarse en la Imagen. Asimismo el estudio de los ojos de la Virgen que oculistas, fotógrafos, y una serie de 
personas, como el Dr. José Aste Tonsmann, han continuado realizando. #GuanajuatoDesconocido #MetroNewsMx